El bautismo del Espíritu Santo es una obra fundamental en la vida del creyente, marcando la unión con Cristo y la incorporación al Cuerpo de Cristo. Este evento crucial no es simplemente una experiencia especial para unos pocos, sino una realidad vivencial para todos los cristianos.
El bautismo del Espíritu Santo fue anunciado por Juan el Bautista en Marcos 1:8, donde se contrastaba con el bautismo en agua. Jesús, antes de su ascensión, reafirmó esta promesa en Hechos 1:5: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.” Este cumplimiento se realizó en el Día de Pentecostés (Hechos 2:1-4), cuando el Espíritu Santo descendió y comenzó a habitar permanentemente en los creyentes, marcando el nacimiento de la Iglesia.
En 1 Corintios 12:12-13 es el pasaje clave que aclara la naturaleza del bautismo del Espíritu Santo: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.” Este versículo subraya que el bautismo en el Espíritu Santo no es una experiencia reservada para un grupo selecto, sino una realidad compartida por todos los creyentes. El Espíritu nos une en un solo Cuerpo y asegura que todos los miembros participen de la misma esencia espiritual.
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
San Juan 14:26